La Iglesia Católica enseña que el trabajo es superior al capital, ya se trate de los medios materiales de producción de una empresa o de los recursos financieros.
Entre trabajo y capital debe existir complementariedad. Ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital.
No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano. La disminución de los puestos de trabajo tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas que son indispensables en toda convivencia civil.
La relación entre trabajo y capital se realiza también mediante la participación de los trabajadores y trabajadoras en la propiedad, en la gestión del mismo y en sus frutos.