La Doctrina Social de la Iglesia es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa. Es especialmente importante para los cristianos y cristianas comprometidos en la vida política, para formar debidamente la conciencia social.
Es más, la doctrina social debe tener un papel fundamental en la actividad catequética, ya que la catequesis no debe omitir sino iluminar como es debido las diferentes realidades humanas para la liberación de las personas.
La Doctrina Social de la Iglesia es un instrumento necesario para una eficaz educación cristiana en el amor, la justicia y la paz. Por su parte, la educación de la descendencia en la familia es una obligación muy importante, un derecho primario de padres y madres. No es una carga ni un peso, sino un derecho que están llamados a defender y que nadie debería pretender quitarles. La escuela no sustituye a padres y madres, sino que los complementa.
La Iglesia Católica enseña que el vínculo de fraternidad que se forma en la familia entre los hijos, si se da en un clima de educación abierto a los demás, es una gran escuela de libertad y paz. Crecer entre hermanos y hermanas brinda la experiencia del cuidado, de la ayuda mutua.
El tiempo actual requiere una intensa actividad educativa y un compromiso correspondiente por parte de todo el mundo para que la búsqueda de la verdad sea promovida en todos los ámbitos y prevalezca por encima de cualquier intento de relativizar sus exigencias o de ofenderla.
En lo que se refiere a las instituciones educativas católicas, estas pueden y deben prestar un servicio formativo precioso, aplicándose con especial solicitud en la inculturación del mensaje cristiano, es decir, el encuentro fecundo entre el Evangelio y los distintos saberes.
La Iglesia Católica insiste en que las familias y las personas tienen derecho a una escuela libre y abierta.
El compromiso por la educación y la formación de la persona constituye, en todo momento, la primera demanda de la acción social de los cristianos.
Cuando el Estado reivindica para sí el monopolio escolar va más allá de sus derechos y conculca la justicia (la quebranta). Las escuelas privadas presentan un servicio público y tienen, por consiguiente, el derecho a ser ayudadas económicamente.