Carta encíclica publicada por Benedicto XVI en 2005. Su título significa «Dios es amor».
No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.
Con el amor como eje central de la encíclica, Benedicto XVI examina la profundidad de ese valor en el contexto social y las consecuencias de su desvirtuación.
El amor se expresa de múltiples formas, como por ejemplo mediante la aparición de formas de actividad caritativa. De ese modo, se consigue establecer un acertado nexo entre evangelización y obras de caridad.
Para un mejor desarrollo del mundo es necesaria la voz común de los cristianos, su compromiso para que triunfe el respeto de los derechos y de las necesidades de todos, especialmente de los empobrecidos, los marginados y los indefensos.
La actividad caritativa cristiana ha de ser independiente de partidos e ideologías. Es la actualización aquí y ahora del amor que la persona siempre necesita.