El pluralismo es un desafío humano que debe ser comprendido y gestionado. Es necesario saber aceptar y ordenar las diferencias en todos los ámbitos: de pensamiento, de opción moral, de cultura, de adhesión religiosa, etcétera.
El bien común depende de un sano pluralismo. Las diversas sociedades están llamadas a constituir un tejido unitario y armónico en cuyo seno sea posible a cada una conservar y desarrollar su propia fisonomía y autonomía.
Como la información es uno de los principales instrumentos de participación democrática, ejerce una gran influencia sobre el pluralismo. Es impensable la participación de las personas en la vida social sin el conocimiento de los problemas de la comunidad política. Es necesario asegurar un pluralismo real, garantizando una multiplicidad de formas e instrumentos en el campo de la información y de la comunicación.
El empeño de la Iglesia en favor del pluralismo social se propone conseguir una realización más adecuada del bien común y de la misma democracia, según los principios de la solidaridad, la subsidiaridad y la justicia.