Los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes o el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral se vuelven contra la persona.
El crecimiento de los dos últimos siglos no ha significado en todos sus aspectos un verdadero progreso integral y una mejora de la calidad de vida. El progreso material sin límites es un mito.
Se tiende a creer que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de valores, como si la realidad, el bien y la verdad fuesen a brotar espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico.
Para que surjan nuevos modelos de progreso necesitamos cambiar el modelo de desarrollo global, lo cual implica reflexionar responsablemente sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones.
La Iglesia Católica no se opone en modo alguno al progreso, al contrario, considera la ciencia y la tecnología un maravilloso producto de la creatividad humana donada por Dios.