Los deberes son inseparables de los derechos. Nunca se puede hablar de unos sin los otros. Los deberes equilibran la balanza para que la justa reclamación de los derechos no se convierta en una exigencia egoísta que pervierta el bien común.
A un determinado derecho natural corresponde en las personas el deber de reconocerlo y respetarlo. Es una contradicción afirmar derechos que no impliquen una responsabilidad. Reivindicar derechos y olvidar los deberes es como derribar con una mano lo que se construye con la otra.
Los derechos de las personas exigen ser tutelados en su conjunto. Proteger solo algunos de ellos equivaldría a una especie de falta de reconocimiento. Universalidad e indivisibilidad son las líneas distintivas de los derechos humanos.
En primer lugar, los derechos exigen la satisfacción de las necesidades esenciales de la persona (materiales y espirituales).
El derecho a la vida condiciona el ejercicio del resto de derechos. Si no se está vivo, no se puede gozar de dichos derechos. La Iglesia defiende la vida desde la concepción hasta su conclusión natural.