Para responder a la pregunta de «¿por qué hay que conocer la DSI?» es necesario hacerse otras antes: ¿Cómo es posible que hoy día, con todos nuestros avances científicos y tecnológicos, siga habiendo gente que muera de hambre, que sea analfabeta, que tenga que huir de su hogar o que no goce de asistencia médica?
Es urgente que se desarrolle una conciencia global a fin de que nos sintamos responsables unas personas de otras.
Y no solo eso. Se hace imprescindible aprender que no se puede separar el planteamiento social del planteamiento ecológico. Ambas cuestiones se encuentran interrelacionadas. Hay que escuchar tanto el clamor de la Tierra como el clamor de los pobres.
Profundizar en la DSI es hacerlo en el amor cristiano que impulsa a la denuncia, a la propuesta y al compromiso. Esta actitud debe tener una proyección cultural, social y ecológica.
El compromiso de seguimiento cristiano no es completo si no se produce una conversión para llegar a ser creadores de una nueva humanidad. El anuncio del Evangelio no es solo para escucharlo, sino para ponerlo en práctica.
Por tanto, la DSI quiere ofrecer las respuestas que cada momento de la historia reclama para la construcción de una nueva humanidad que sea, a su vez, humanizadora.
Como la DSI pone en diálogo a la fe católica con la realidad social, las personas podemos aprender a situarnos en dicha realidad social de una forma humana y humanizadora para transformarla, respetando la coherencia del Evangelio.
Ello hace necesario tener en mente que el amor recíproco es el instrumento más potente de cambio, a nivel personal y social, la única herramienta eficaz para realizar de manera efectiva la propuesta de la Iglesia Católica: que toda la humanidad pueda vivir como la familia de los hijos e hijas de Dios.