La Iglesia Católica cree y enseña que la Encarnación del Hijo de Dios (Jesús) manifiesta la igual dignidad de todas las personas.
La existencia de personas empobrecidas es la negación más radical de la dignidad humana y atenta contra dicha Encarnación.
La Doctrina Social de la Iglesia indica que en el rostro de cada persona resplandece parte de la gloria de Dios. Es por ello que la dignidad de toda persona ante Dios es el fundamento de la dignidad de la persona ante sus congéneres.
Solo el reconocimiento de la dignidad humana hace posible el crecimiento común y personal de todo el mundo a nivel individual y social.
Por otro lado, ningún pueblo o Estado debe estar por encima de otro.
Además, la Iglesia también enseña que el hombre es complementario a la mujer y viceversa, la mujer complementaria al hombre. Esa complementación, por tanto, es mutua y ambas partes tienen igual dignidad.
En cuanto a las personas discapacitadas, la Iglesia Católica las considera sujetos plenamente humanos, titulares de derechos y deberes, por lo que plantea que es necesario promover con medidas eficaces y apropiadas tales derechos, lo mismo que se debe prestar atención a sus dimensiones afectiva y sexual.