La definición más básica para bien común indica que es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro pleno y más fácil de la propia perfección».
Este principio básico deriva de la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas, lo que se traduce en el esfuerzo común por erradicar y evitar la existencia de gente empobrecida y de las situaciones que provocan su condición de sufrimiento.
No se trata de que todo el mundo tenga más, sino de que cada ser humano tenga lo suficiente para vivir con la adecuada dignidad.
Una sociedad está al servicio del ser humano si su meta prioritaria es el bien común. Cuando se excluye a algún miembro o grupo, la sociedad es contraria al bien común.
El bien común tiene unas exigencias diferentes en función de las condiciones sociales de cada época, relacionadas con el respeto y la promoción integral de la persona y sus derechos fundamentales. Es un deber de todos los miembros de la sociedad. Nadie está exento de colaborar según sus capacidades.
El bien común no se puede construir con visiones que lo reducen a las ventajas que cada uno pueda obtener de los demás. Que unos pocos controlen enormes riquezas y una gran masa esté necesitada es contrario al bien común y a los derechos fundamentales de las personas.
El Estado también tiene una responsabilidad hacia el bien común, porque debe garantizar cohesión, unidad y organización a la sociedad civil. El gobierno de cada país tiene el deber de armonizar con justicia los diversos intereses particulares y sectoriales.