Muy a menudo, la caridad se reduce al ámbito de las relaciones próximas o a la actuación en favor del otro. Sin embargo, la Doctrina Social de la Iglesia enseña que la caridad debería ser reconsiderada como un criterio supremo y universal de toda la ética social.
Sin ir más lejos, los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad nacen de y se desarrollan en la fuente interior de la caridad.
No se pueden regular las relaciones humanas únicamente con la medida de la justicia. La caridad presupone y trasciende la justicia, porque esta última debe experimentar una notable «corrección» por parte del amor.
Ninguna legislación, ningún sistema de reglas o de estipulaciones por sí solos serán capaces de persuadir a las personas para que vivamos en unidad. Solo el apelo de la caridad puede lograrlo.
La caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar el bien de todas las personas, no solo a título individual sino también en la dimensión social que nos une.