Es competencia de la Iglesia Católica proclamar los principios morales y dar su juicio sobre cualquier asunto humano en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas.
Por tanto, nada que esté relacionado con la comunidad humana es ajeno a la evangelización, incluido el orden social.
La evangelización, entendida como el anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo, no sería completa si no se tuviese en cuenta la conexión entre el Evangelio y la vida concreta de las personas.
Con su doctrina social, la Iglesia busca proponer a todas las personas un humanismo a la altura del designio de amor de Dios sobre la historia, un humanismo integral y solidario.
La Doctrina Social de la Iglesia no es un privilegio, una digresión, una ventaja o una injerencia: es el derecho de la Iglesia Católica a llevar la liberación del Evangelio al complejo mundo de la producción, del trabajo, de la empresa, de la finanza, del comercio, de la política, etcétera.
Por tanto, es lícito y válido que la Iglesia Católica exponga su posición sobre diferentes aspectos de la vida cotidiana, ya que sus opiniones no deben estar restringidas al ámbito privado.
La Iglesia Católica tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral.